El hígado es un órgano de gran tamaño que pesa aproximadamente 1.5 kg y que se encuentra en la parte superior derecha del abdomen. Cumple múltiples funciones de nuestro cuerpo, como son la secreción de bilis, el almacenar y producir numerosas sustancias, además de su función de detoxificación y excreción de productos de desecho del metabolismo.
El cáncer se define como una neoplasia o tumor maligno (invasivo) que se puede desarrollar en diferentes partes del cuerpo. En el caso del hígado, al tratarse de un órgano frecuentemente afectado por metástasis, puede presentar tumores malignos tanto de forma primaria (que se origina en el hígado) como secundaria o metástasis hepáticas que provienen de un tumor primario en otro órgano, como sucede con el cáncer colorrectal, GIST, cáncer de mamas, cáncer de pulmón, entre otros. El cáncer de hígado, como cualquier otro cáncer, se origina de la multiplicación descontrolada de células específicas, las cuales por consiguiente generan un tumor.
Los tumores malignos primarios del hígado se originan de las células principales que componen dicho órgano, entre las cuales están los hepatocitos (hepatocarcinoma, el más frecuente), células epiteliales biliares (colangiocarcinoma), células endoteliales (angiosarcoma) y combinación de las anteriores (hepatoblastoma). El hepatocarcinoma constituye el 80% de los tumores malignos del hígado, el porcentaje restante incluye principalmente metástasis provenientes de tumores ubicados en otra zona del cuerpo y colangiocarcinoma.
La frecuencia de aparición del Hepatocarcinoma es mayor en hombres que en mujeres con una relación de 5:1 y un promedio de edad de 57 ± 13 años. En Chile, no existen datos epidemiológicos precisos acerca del problema, sin embargo, durante el 2018, se calcula una incidencia de 1582 casos nuevos, con una distribución entre sexos muy similar. En Sudamérica está considerada como una zona de baja incidencia de hepatocarcinoma, con menos de 3 casos por 100.000 habitantes.
El cáncer hepático no está incluido en las Garantías Explícitas en Salud (cobertura estatal de ciertas enfermedades), motivo por el cual, para su diagnóstico y atención el financiamiento es a través de Fonasa, Isapre o particular dependiendo de la situación de cada persona.
Sin embargo, en caso de ser Isapre, existe la posibilidad de postular al CAEC (Cobertura adicional de enfermedades catastróficas), la cual se puede activar cuando una enfermedad no GES, por su alto costo, puede transformarse en una enfermedad catastrófica.
Por otra parte, también existe la Ley Ricarte Soto, que consiste en un sistema de Protección Financiera para Diagnósticos y Tratamientos de Alto Costo, de carácter universal, que es asegurado por FONASA a todos los beneficiarios de los sistemas previsionales de salud de Chile (Fonasa, Isapres, Fuerzas Armadas).
Se han identificado múltiples factores de riesgo asociados al desarrollo de cáncer hepático, y una característica común entre todos ellos es el daño del tejido hepático resultando en cirrosis. La cirrosis es una manifestación de la enfermedad hepática crónica definida por sus características al microscopio en donde se puede observar a grandes rasgos fibrosis en el hígado. El cáncer hepático suele desarrollarse en el contexto de una enfermedad crónica del hígado, sólo en raras ocasiones el hepatocarcinoma aparece en hígados normales, lo cual ocurre con mayor frecuencia en lugares específicos como en Sudáfrica y Bélgica.
Se ha estimado que 1 de cada 3 pacientes diagnosticados con cirrosis secundaria a cualquier etiología (origen o causa) desarrollarán cáncer en algún momento de su vida.
La cirrosis en el hígado se puede deber a diferentes causas, constituyendo las más comunes la enfermedad hepática alcohólica y no alcohólica, hepatitis crónica por virus hepatitis B y C y la hemocromatosis. Por su parte, la obesidad, el tabaquismo y la diabetes mellitus también se han asociado a mayor riesgo de padecer cáncer de hígado. En el caso de la obesidad, probablemente mediante el desarrollo de hígado graso y un estado inflamatorio asociado.
Se ha visto una asociación significativa a las aflatoxinas. Dichas sustancias son liberadas por ciertas especies de hongos (Aspergillus flavus y Aspergillus parasiticus) y se presentan en situaciones, por ejemplo, de almacenamiento deficiente de ciertos productos. En una revisión realizada el 2012, se estimó que, a nivel mundial, la aflatoxina tendría un rol como causa en el 28% del cáncer hepatocelular, y que este riesgo, si está asociado a hepatitis B, aumenta en 30 veces.
Existen también otras causas que pueden aumentar el riesgo de cáncer de hígado, como las hepatitis autoinmunes, cirrosis biliar primaria, entre otras.
Es importante recalcar, que como en la mayoría de los diferentes tipos de cáncer, estos se originan debido a un mal funcionamiento de la célula, el cual nace de una mutación en genes específicos. Estas mutaciones dependiendo del tipo de cáncer, pueden tener un carácter hereditario, y en otras ocasiones ser esporádicas/somáticas o que se originan a lo largo de la vida principalmente debido a diversos factores de riesgo. A continuación, comentaremos respecto a este tema.
Las células se componen de diferentes estructuras que cumplen diversas funciones. Cada uno de nuestros órganos están compuestos por millones de células trabajando de forma coordinada. Las células producen proteínas que actúan como “ingenieras” realizando tareas esenciales en diversos sitios de la misma, para así, mantener todo en orden. Las proteínas, se componen de secuencias lineales de aminoácidos, algo parecido a bloques de construcción. Existen 20 tipos de aminoácidos que se pueden combinar de diversas formas.
Los genes, por otro lado, son los “planos” para construir estas proteínas. Estos se componen de ADN y se encuentran en el núcleo de cada célula. De esta manera, el genoma humano codifica más de 30.000 proteínas diferentes.
Tanto el cáncer de hígado como otros tipos de cáncer se producen por una mutación. Una mutación consiste en un cambio en el código de una secuencia de ADN que codifica para una proteína específica. Las mutaciones, ocurren de manera aleatoria; una mutación puede generar que las células mueran, y otra puede generar que las mismas proliferen y se multipliquen.
En el cáncer de hígado, específicamente el hepatocarcinoma, existen ciertas mutaciones que han sido identificadas como TERT (45-65% de los casos, frecuentemente encontrada en personas con virus hepatitis C y/o alcoholismo), TP53 (comúnmente encontrado asociado al consumo de aflatoxinas), CTNNB1, AXIN1, entre otros. Las alteraciones genéticas se han transformado en un punto importante dentro de los estudios que buscan nuevas alternativas terapéuticas dirigidas a las alteraciones que se producen secundarias a estas mutaciones.
Por otra parte, mencionar que las metástasis tendrán los factores de riesgo asociados al tumor primario. Por ejemplo, en el caso del cáncer colorrectal, como se menciona en el apartado específico, el hábito tabáquico, consumo de carnes y grasas, bajo consumo de fibra, obesidad y sedentarismo, son factores de riesgo relevantes en su desarrollo, y por consiguiente, en el desarrollo de metástasis hepáticas.
La prevención está principalmente en evitar todos aquellos factores que aumentan el riesgo de padecer cáncer de hígado. Con relación a la hepatitis B y la hepatitis C, sus principales mecanismos de transmisión incluyen transfusiones de sangre contaminada, uso de material contaminado (tatuajes, procedimientos médicos o acupuntura con material no esterilizado), drogadicción, contacto sexual y transmisión perinatal (de la embarazada al feto). Por lo tanto, de acuerdo a lo mencionado, se pueden suponer diversas formas de prevenir, entre las cuales están; todo procedimiento que signifique romper la barrera de la piel, debe realizarse en un lugar que cumpla con las recomendaciones y normas actualizadas. El uso de drogas endovenosas tanto por este motivo como por muchos otros no descritos en este artículo es una conducta de alto riesgo. Se recomienda tener una vida sexual responsable, tanto desde el punto de vista de la protección tipo barrera, como el de considerar el riesgo que puede suponer las múltiples parejas sexuales o conductas “riesgosas”. Mencionar también, la importancia de realizarse los controles y exámenes pertinentes solicitados por el médico tratante durante el embarazo.
Es importante mencionar que, en caso de padecer una infección por virus hepatitis B o C, se debe consultar con médico tratante pues el tratamiento de dichas enfermedades reduce el riesgo en forma significativa de desarrollar cáncer de hígado a futuro.
Además de lo anterior, existe la vacuna contra el virus hepatitis B que actúa de manera preventiva, y que está dentro de nuestro calendario de vacunación pediátrico, además de estar indicada en trabajadores de la salud, personas que se realizan diálisis, personas con diagnóstico de VIH, personas con diagnóstico de hemofilia y trabajadores/ras sexuales.
Por otra parte, y como fue mencionado en la sección anterior, es importante el estilo de vida sano, con cese o bajo consumo de alcohol, mantener un peso adecuado, cesar el tabaquismo y evitar factores de riesgo de otros cánceres que pueden terminar con metástasis en el hígado, por ejemplo, en el caso cáncer colorrectal, mama, entre otros.
Los tumores hepáticos malignos suelen presentarse en forma asintomática. En caso de presentar síntomas, estos pueden ser baja de peso, fatiga, pérdida de apetito, distensión abdominal, dolor abdominal, ictericia (tono amarillo en la piel, ojos), náuseas y vómitos, entre otros, siendo en su mayoría inespecíficos.
Los criterios para el diagnóstico dependerán del tipo de paciente. En un paciente con una enfermedad conocida (hepatitis crónica, cirrosis) que en uno de sus controles habituales se encuentren elementos sugerentes de hepatocarcinoma, se puede realizar el diagnóstico midiendo los niveles de alfaproteína (marcador de hepatocarcinoma) y realizando dos técnicas de imagen con resultados coincidentes (usualmente ecotomografía y tomografía de abdomen), tratando de evitar la necesidad de estudio por biopsia debido a los riesgos que significa (sangrado, diseminación del tumor). En cuanto a los pacientes con un hígado sano que presentan sintomatología y exámenes sugerentes, se recomienda realizar un estudio cito-histológico (biopsia).
Es importante recalcar, que las personas que padezcan de una enfermedad en su hígado tales como hepatitis crónica, daño hepático crónico o cirrosis, deben hacerse un control periódico para que su médico, mediante los exámenes antes mencionados, esté atento a la aparición de un cáncer de hígado.
El tratamiento de elección en el cáncer de hígado es la resección quirúrgica. Sin embargo, la mayoría de los pacientes no son candidatos debido a la extensión del tumor o a la disfunción hepática asociada.
Como sucede en todos los casos de cáncer, el tratamiento dependerá de las características de cada paciente y será determinado por un equipo multidisciplinario. En pacientes con diagnóstico precoz, la cirugía, terapias locales como la radiofrecuencia, embolización, quimioembolización y crioablación, y el trasplante hepático pueden ser tratamientos potencialmente curativos. Sin embargo, la recurrencia sigue siendo un problema frecuente, llegando incluso a una incidencia de hasta el 53% en 5 años. El hepatocarcinoma suele ser diagnosticado en etapas avanzadas, momento en el cual el paciente no es candidato a terapias curativas.
Por otro lado, terapias sistémicas como la quimioterapia tanto adyuvante como neoadyuvante (después o antes de la cirugía) han mostrado poca eficacia, y el uso de radioterapia permanece aún controversial.
En relación a las nuevas terapias, existen diversos fármacos en constante evaluación que actúan a diversos niveles más específicos que la quimioterapia tradicional o la radioterapia. Dentro de estos tratamientos tenemos la terapia molecular dirigida con fármacos como sorafenib y levatinib que consisten en moléculas que actúan inhibiendo la serino-treonina kinasa (diversas kinasas que participan en la proliferación celular y angiogénesis) y el factor de crecimiento vascular endotelial (VEGF), e inmunoterapia con medicamentos como el bevacizumab (anticuerpo monoclonal que actúa sobre VEGF) y el nivolumab (inhibidor de puntos de control). Estos medicamentos han sido evaluados y aprobados principalmente en casos de cáncer hepático avanzado (inoperable o metastásico).
Como mencionamos anteriormente, la terapia será seleccionada de acuerdo a la etapa en la que se encuentre el cáncer. De esta manera, tenemos las siguientes posibilidades:
Etapa muy temprana: Ablación y/o resección, expectativa de vida mayor a 6 años post tratamiento.
Etapa temprana: Trasplante (expectativa de vida mayor a 10 años), o ablación (expectativa mayor a 6 años) o quimioembolización (expectativa mayor a 2-3 años)
Etapa intermedia: Quimioembolización o terapia sistémica (primera línea atezolizumab + bevacizumab)
Etapa avanzada: Terapia sistémica
Etapa terminal: Terapia de soporte
La ablación consiste en un procedimiento que destruye el tumor del hígado sin extirparlo. Estas técnicas se pueden emplear en pacientes que tienen tumores pequeños, y cuando la cirugía no es una buena opción de tratamiento (a menudo debido a un estado pobre de salud o función hepática reducida).
En cuanto al sistema inmune, este cumple un rol complejo en el desarrollo del cáncer y, por consiguiente, en su tratamiento. Nuestro sistema inmune, dentro de sus múltiples labores, cumple con la función de destruir células que se comportan de manera aberrante, o se multipliquen de manera incorrecta. Las células tumorales, que poseen este comportamiento, desarrollan maneras de “engañar” al sistema inmune para evitar ser eliminadas y continuar creciendo, motivo por el cual, además de muchos otros factores, termina por generar el tumor. Además, estados inflamatorios crónicos (en los cuales también participa el sistema inmune), aumentan también la actividad del tumor, y aumentan el mismo riesgo de desarrollar cáncer.
En los casos donde la cirugía no es curativa, debe plantearse terapia paliativa especialmente cuando la persona presenta muchos síntomas. Esta consiste en disminuir las molestias generadas por el cáncer y mejorar la calidad de vida de la persona sin tener intenciones curativas.
El hepatocarcinoma es una entidad heterogénea en el aspecto molecular e histológico (células al microscopio), motivo por el cual las nuevas terapias dirigidas aún tienen mucho camino por recorrer para lograr resultados significativos en las expectativas de vida de las personas con dicha enfermedad. Sin embargo, el avance de los estudios y la actual identificación en cuanto a mutaciones que ya existen en el cáncer de hígado, constituyen un gran avance que proponen un futuro prometedor.
Finalmente, existen estudios en Chile relacionados con las nuevas terapias y que se encuentran en fase de reclutamiento (búsqueda de participantes). Si te interesa saber más de los mismos puedes ingresar a la página www.ensayosclinicos.cl donde encontrarás toda la información.
1. María Reig, Alejandro Forner, Matías A. Ávila (2020). Diagnóstico y tratamiento del carcinoma hepatocelular. Actualización del documento de consenso de la AEEH, SEOM, SERAM, SERVEI y SETH. Med Clin 5487, 1-30.
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3. Chun-Yu Liu, Kuen-Feng Chen, Pei-Jer Chen (2015). Treatment of Liver Cancer. Cold Spring Harb Perspect Med, 5(9).
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7. Francisco Weber (2017). Tumores Hepáticos. Síntesis Universidad de Chile (Biblioteca digital dinámica para estudiantes y profesionales de la salud).
8. Jonathan M Schwartz, MD, Robert L Carithers, Jr, MD. Epidemiology and risk factors for hepatocellular carcinoma. Kenneth K Tanabe, MD, Adrian M Di Bisceglie, MD (Ed) UptoDate, revisado en enero 2021